A veces resulta más fácil ver la realidad a través de un cristal, lleva un halo de misterio que la hacen encantadora, como si se tratara de una película que no va contigo.
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Y todo lo que se ve hacia afuera no es más que el reflejo de lo que guarda dentro, cuatro paredes de ensueño emborrachadas de música y deseo.
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El amanecer se reduce a un baño de cera deshecha en la espalda que se desliza entre manos expertas y una piel que suplica caricias.
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Mar
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